Soluciones y oportunidades del desarrollo digital, ni éxodo urbano ni idealización rural

Iñigo Pedrueza
Como encontrar una solución para evitar el éxodo urbano y el despoblamiento rural con el desarrollo digital. Las Islas Canarias un destino digital.

¿La huida de las ciudades?

El periódico norteamericano New York Times publicaba el 12 de febrero la siguiente noticia The Pandemic Emptied Europe’s Cities. What Will Bring People Back? En el artículo se analizaba la tendencia creciente al abandono de las grandes urbes europeas (y norteamericanas) por muchos profesionales y emprendedores. Un proceso que ya era evidente antes de la llegada de este complicado 2020. Muchos trabajadores digitales, y no sólo digitales, habían empezado a plantearse dejar las grandes ciudades para vivir en ciudades más pequeñas,  en pueblos o aldeas. Incluso a cambiar de país. El New York Times enfocbaa el artículo desde la perspectiva de las grandes ciudades que, como París, Berlín o Londres, quieren retener a ese rico e imprescindible capital humano.

¿Nuevo paradigma laboral o nuevo paradigma económico?

Las ciudades están perdiendo capital humano a causa del COVID y de los cambios del paradigma laboral.

El teletrabajo, la llegada del 5G, los continuos avances en la transmisión de información, las transacciones e intercambios virtuales han cambiado nuestra forma de vivir, de consumir y de trabajar. Si hasta el siglo XX la ciudad fue el centro de todos los poderes, hoy las cosas han cambiado.  La   polis sigue siendo importante y necesaria, pero la tecnología permite ejercer muchas actividades deslocalizadamente. La virtualización de la economía y de las relaciones laborales, hacen posible vivir en un ámbito rural o periurbano, estando completamente contactado con todo el planeta.

Una buena conexión de fibra ya es un primer paso para atraer a esos profesionales a zonas que antes se consideraban atrasadas. No suficiente como explicamos en Attracting Digital Talent, pero muestra los cambios de los paradigmas laborales. El COVID19 y ciertos problemas socioeconómicos en un mundo donde las diferencias de riqueza no han cesado de aumentar, ha acrecentado esa tendencia.

Los profesionales, emprendedores de mediana edad terminaron sus estudios y sus masters. Ahora aplican todos sus conocimientos y experiencias en nuevos proyectos online. Para muchos de ellos las ciudades han perdido el interés y el atractivo, son sólo ruido, masificación, embotellamientos, contaminación, altos precios y menor calidad de vida. Los confinamientos, -siempre mucho menos constringentes en ámbito rural-, han sido la gota que ha colmado el vaso para algunos. En un proceso que ya tiene algunos años, las ciudades pequeñas y las zonas rurales han pasado de lugares de atraso, a sitios idílicos para crear y para vivir, con las familias, animales domésticos y la naturaleza.

Apunten, Lahti, Jyväskylä, Turku, Tampere, Espoo… ciudades finlandesas muy atractivas para los profesionales y nómadas digitales.

Las listas de lugares deseados para vivir ya no están ocupadas por Madrid y Barcelona, ni Paris, tampoco Londres ni Roma… Son las zonas menos conocidas de Andalucía o de las Islas Canarias, en España; la Charante Maritime, el Gers, la Dordogne y los departamentos de la Provenza francesa. Otros lugares muy apetecibles: ciudades pequeñas de países con poca población y alto nivel de vida como Australia, Canada, Finlandia o Suecia. Y zonas de otros más pequeños, pero también con gran calidad de vida, como Portugal, Grecia, Grecia, Croacia, Eslovenia…

Nunca son las capitales, pero sí sus islas, sus regiones menos famosas, allá donde los precios de las viviendas y el coste de la vida son más bajos, pero la calidad de vida mucho más alta. Las capitales y los centros tradicionales del poder económico y político, sufren la masificación y la tensión social. Los pueblos donde las puertas se dejan abiertas, donde se puede contar con el vecino y nos cuidan a los animales de compañía durante los viajes, se convierten en la panacea.

El peligro de la idealización.

La vida en el campo es una excelente opción, pero no es para todos los emprendedores digitales, sólo para los que voluntariamente quieran instalarse allí.

Las huidas nunca terminan bien, por lo que los planes de atracción digital no pueden apoyarse ni en la gente que se escapa, ni en los desequlibrios.

En primer lugar hay que cambiar la tendencia. Hay que evitar que las personas que disfrutan, producen y aman las ciudades salgan de ellas. Por ello, no conviene idealizar la vida en zonas rurales. Muchos citadinos realmente no quieren vivir en el campo. Se van de las ciudades por motivos económicos, sociales, por las tensiones y problemas, reales o, agigantados por los medios de comunicación más sensacionalistas.

No cabe duda que cualquier tendencia puede idealizarse y banalizarse, pero esto conlleva retirarle su atractivo real y convertirla en una moda irracional. Ningún modelo de sociedad podrá mantenerse en píe si no cuidamos nuestras grandes ciudades. La ciudad será, sin ninguna duda un centro de conocimiento, de desarrollo económico y social. Por eso hay que proteger la estabilidad económica y social de las ciudades. Abandonarlas a su suerte no supone ninguna ventaja para el desarrollo rural, ambos son complementarios. En cambio puede crear serios problemas socioeconómicos y políticos. El desarrollo debe ser transversal, evitando la creación de bolsas de subdesarrollo y guetos de cualquier tipo.

La necesidad de las ciudades: Detroit.

Fabrica abandonada, un ejemplo del cambio de paradigma que afecta al peso económico y social de ciudades y pueblos.

El caso de Detroit en los Estados Unidos es ejemplar. Una ciudad sumida en la pobreza sucesivamente por: el cambio de paradigma económico, la crisis del modelo industrial automovilístico y la crisis de las subprimes de 2007. Detroit fue abandonada, tanto por las autoridades como por buena parte de sus habitantes. Todos los que pudieron se fueron, sólo quedaron los más desvalidos y con menores opciones. El resultado fue catastrófico porque dejar morir a las ciudades, es dejar morir a una parte de la ciudadanía. Un sociedad debe ser solidaria, eso es lo que la hace fuerte, pero sobre todo, respetable y digna. Y la solidaridad no deja de ser pragmática. La  ausencia de respuestas a los problemas, por parte del Estado y del resto de los ciudadanos, deja el campo abierto a ideas extremadamente peligrosas, populistas, nacionalistas, xenófobas, fundamentalistas… Los últimos años han mostrado bien, que tipo de respuestas surgen de la desazón y la desesperación, tanto en Estados Unidos como en Europa y el resto del mundo.

Sin embargo, más de quince años después en Detroit comienzan a surgir brotes verdes en algunos de sus barrios más afectados. La ciudad revive lentamente gracias a nuevos emprendedores y políticas públicas de renovación urbana que van en la línea de lo que se comenta en el artículo del New York Times. Algunos  lucharon en silencio, sin medios, por evitar el derrumbe. Quince años después, la esperanza se ha aliado con el utilitarismo. La ciudad ha vuelto a ser atractiva para los jóvenes emprendedores y los inversores. Precisamente por ser una ciudad, por las ventajas estructurales que ello conlleva, y paradójicamente, porque gracias a la crisis, es barata, joven y obligadamente abierta los cambios.

No sirve huir, los problemas nos atraparán tarde o temprano. Por eso, los modelos de desarrollo económico, y en lo que nos compete, de atractividad digital, deben aplicarse también a las grandes ciudades. Berlín, París, Roma, Viena, Amsterdam, Londres o Madrid son magnificas ciudades con mucho futuro, a nada que se apliquen planes de atractividad adaptados. Muchos emprendedores europeos,- y del resto del mundo- sólo quieren vivir en grandes ciudades. Cientos de miles de profesionales, digitales o no, que podrían enriquecer y canalizar el impulso de desarrollo que necesita la Unión Europea. Cientos de miles de salarios, de impuestos y consumo, inyectados en la economía maltrecha de este comienzo de década.

Málaga una de las ciudades que en España se está posicionando en la atractividad digital.

Revitalizar las ciudades oxigenará la sociedad y creará miles de puestos de trabajo complementarios. Pero, sobre todo, afianzará la empatía, la solidaridad, apoyando y reconociendo el mayor valor, el capital humano. Hay muchas ciudades y muchos países y muchos perfiles, con lo que además de las grandes urbes, las ciudades medios también se beneficiarán, Bilbao, Sevilla, Málaga y Zaragoza, Lyon, Manchester, Nantes o Hannover, Florencia o Catania…

Nos hemos empecinado tanto en lo negativo que, simplemente dejando hacer a quienes quieren mirar hacia el futuro, a quienes quieren intentar nuevas soluciones donde todos quepan, es probable que salgamos de la crisis.

La certeza de las oportunidades.

Sin contradecir nada de lo expuesto anteriormente es imposible negar el valor que ha cobrado el ámbito rural. Y es algo enormemente positivo. Cada vez más personas, emprendedores digitales o no, realmente quieren dejar las ciudades para establecerse en zonas rurales. Es una constatación que no puede más que congratularnos. Una gran oportunidad para esas zonas rurales que se han despoblado, perdido tejido humano, empaque económico y servicios públicos.

La clave reside en conjugar los deseos de quienes quieren vivir en zonas rurales y las necesidades de los que ya las ocupan. De hacerlo se habrá conseguido recuperar conocimiento y sabiduría. Se habrá revalorizado, cultural, social y económicamente a la agricultura y la ganadería, a la naturaleza, a los animales y a las gentes que han levantado campos y montes. Simplemente conjugado sinergias y deseos. Para que unos no tengan que emigrar y para que otros se reencuentren con la naturaleza.

La agricultura ecológica se puede beneficiar del conocimiento digital. Una de las posibles sinergias entre ámbito rural y talento digital.

Al igual que las ciudades, las zonas hasta ahora menos conectadas a la economía digital, necesitan el impulso del capital humano. Para acortar las distancias, para mostrar su potencial y para compaginar un desarrollo moderno, sostenible y provechoso para todos sus habitantes. Las posibildades de desarrollo van mucho más allá de la economía digital en sí. Las capacidades y conocimientos de los emprendedores digitales se pueden aplicar en la agricultura, ecológica o tradicional; en la ganadería; el turismo; la industria a pequeña escala; la manufactura y la artesanía; la producción de energía y  la innovación en sí.

La única condición, como siempre, será empujar hacia el mismo lado. Olvidar diferencias y rencillas, no fijarnos ni en el nombre, ni el sexo, ni en el color de cabello. Lo importante son las ideas, las buenas, las que integran, las que producen, las que mejoran, las que ayudan.

Una oportunidad colosal par recuperar los espacios rurales.

La llegada a pueblos y ciudades pequeñas de todos esas familias de emprendedores y profesionales digitales, cambiará el panorama intelectual y social. Se podría canalizar toda la sabiduría y las potencialidades que ya existen allí, que tantas veces no han podido expresarse. Es una colosal oportunidad, es, quizá, una de las pocas cosas buenas que ha podido traer la pandemia.

Muchas personas que ya estaban pensando en dar un cambio a sus vidas, se han decidido. Son familias e individuos que realmente quieren cambiar de lugar de residencia. Son personas que realmente se fijaran al nuevo territorio en donde vivan. Gentes capaces de apreciar las ventajas de la vida en la naturaleza. Gentes recién llegadas que apoyarán con tanto énfasis, o quizá aún más, el valor de sus nuevos hogares. Personas, en definitiva, que necesitan más bien poco para dar ese último paso. Porque muchas ya lo han dado.

Por eso es fundamental que, pueblos, regiones mancomunidades y países comiencen a programar y aplicar planes de atractividad reales. Políticas pensadas para y por las personas, para los que vendrán y para los que ya están. Planes que necesitan mucho trabajo, pero no tanto dinero como se piensa. Para que los campos y las ciudades de Europa participen  en el esfuerzo por cohesionar y crear un futuro mejor para todos.

 

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